La condenada actuaba junto con otra mujer que se encuentra prófuga. Para algunos hechos también recibieron la ayuda de hombres, quienes se ocuparon de cargar los elementos robados.
En los ochos robos consignados en la acusación, la mujer se hizo con el dinero de las víctimas, dos camionetas Toyota, electrónica, una bicicleta, herramientas y hasta algunos conejos que fueron sustraídos de una chacra de Cipolletti.
La condenada aceptó su culpabilidad en un juicio abreviado y admitió haber drogado a las víctimas con Rivotril o Clonazepam.
En general, durante el periodo de cuarentena contactaban a los hombres por redes sociales, acordaban una cita y luego colocaban droga en la bebida.
Con esa maniobra anulaban la voluntad de los damnificados y lograban su inconsciencia. Después consumaban el robo.
En dos de los hechos la acusada, junto con la mujer prófuga, se movilizaba en una moto. En ese contexto, fingieron un desperfecto mecánico y pidieron ayuda a los obreros de una construcción. La misma metodología aplicaron con un jubilado, en una chacra de la zona. En ese episodio robaron, además, diez conejos vivos.
Los hechos fueron calificados como robos en distintas modalidades. Desde robos simples hasta agravados por haberse cometido en poblado, en banda y con la participación de una menor.
En el juicio abreviado que se hizo en Cipolletti, la acusada admitió su participación en los distintos hechos. Después del acuerdo entre la fiscalía y la defensa, el tribunal dictó los ocho años de prisión. Durante la investigación, la imputada cumplió prisión preventiva en la modalidad domiciliaria.