En la cadena de comercialización intervinieron cuatro sociedades: no solo la empresa automotriz, sino la compañía que comercializa sus planes de ahorro y otras dos entidades. Una de ellas, la que contactó telefónicamente al consumidor, no contestó la demanda civil y fue declarada en rebeldía.
Según probó el cliente cipoleño, él pretendía comprar un Renault Sandero. Su objetivo era conseguir una compraventa directa, con entrega inmediata y financiamiento.
Cuando lo contactaron telefónicamente le prometieron esas condiciones de venta, con un plazo de entrega de 45 días. En ese contexto el hombre hizo una transferencia de dinero y aguardó el envío de algunos formularios que debía firmar.
Cuando pudo leer esos papeles, descubrió que se trataba de un plan de ahorro con 84 cuotas. Entonces hizo el reclamo, pero le pidieron que firmara igual ya que se trataba de una mera formalidad, de un trámite burocrático para poder adjudicar el vehículo. Tiempo después comenzó a recibir los talonarios para abonar la cuota mensual.
El fallo consideró que estaba acreditada la cadena de comercialización entre las cuatro sociedades. La empresa que hizo las gestiones telefónicas con el cliente trabajaba para otra firma que es concesionaria oficial de Renault Argentina para quien opera Plan Rombo como administradora de los planes de ahorro como modalidad de colocación de los productos que fabrica.
“Entre la concesionaria y su colaboradora, captan los clientes que luego se suman a los planes de ahorro y acceden a la adquisición del bien que fabrica la empresa automotriz; y entre todos logran obtener cada uno su beneficio. Son todos sujetos vinculados en el mismo negocio, que completan la rueda que permite a los consumidores adquirir un bien automotor”, surge de la sentencia que es de primera instancia y aún no está firme porque puede ser apelada.
Las pruebas aportadas durante el juicio civil demostraron que hubo un vicio en el consentimiento del damnificado, cuestión que se logró a través del engaño. También que falló el deber de información por parte del proveedor, quien está obligado a “a suministrar información al consumidor en forma cierta y detallada, respecto de todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, las condiciones de su comercialización y toda otra circunstancia relevante para el contrato”.
La resolución consideró además que el contrato de suscripción a un plan de ahorros no es más que un contrato de adhesión donde la parte débil -el consumidor- no participa en la negociación de las cláusulas, sino que las mismas son predispuestas.
Sobre la base de esos argumentos, la sentencia condenó a las cuatro firmas intervinientes a indemnizar al consumidor por daño directo y daño moral. Deberán pagarle al cliente la suma de 728.185 pesos más intereses.